Primero quisiera presentarme: Mi nombre es José de León y soy papá de un Ángel que se llama Aura Lucía de María. Soy esposo de Analissa, una de las socias fundadoras de esta hermosa fundación Huellas de Ángel. Tengo una hija mayor llamada Paz y un perro llamado Manolo.
Hace unos días (el tercer domingo del mes de junio) se celebró en Panamá el Día del Padre y, por primera vez, participé junto a Lucas Valderrama (papá de dos ángeles), en un live en Instagram que realizó la fundación.
Me sorprendió MUCHÍSIMO la cantidad de personas que se sumaron al live, y más me sorprendió la cantidad de mensajes que recibí antes, durante y después. Una solidaridad sin límites y muchos dándome las gracias por haber hablado, con Lucas, en el live y contar nuestra experiencia, que siempre puede ayudar a otros.
Me comprometí, junto a los otros esposos de la fundación, a dar un espacio en los boletines mensuales a nuestras experiencias como Papás de Ángeles. En esta ocasión me tocó hacer la primera vuelta.
Quiero enfocar este escrito en lo que realmente significa perder un hijo, y es que el ser humano (y me atrevería a decir que los mamíferos) no están preparado para ver partir a sus hijos. Nosotros, inconscientemente, podemos superar la muerte de nuestros padres porque así es el ciclo de la vida; pero NADA, absolutamente NADA, te prepara para despedir a un hijo, no importa la edad que tenga. En el grupo de parejas que formamos la fundación, tenemos distintos casos. Parejas que perdieron a sus hijos en el vientre, parejas que los perdieron al nacer, parejas que los perdieron luego de haber nacido… en fin, lo cierto es que cuando nos hemos sentado a conversar, siempre pensamos que el caso de la otra pareja ha sido más duro que el propio.
Cuando uno queda encinta (¡y siempre hablo en primera persona, sin importar que la que quedó encinta fue mi esposa!), nosotros los hombres, comenzamos a estructurar planes. En mi caso, por ejemplo, el compromiso de producir más para poder darle a mi familia la seguridad económica que necesitaban. Que si la escuela, que si la universidad, que no falte nada, que la casa, que su cuarto, en fin! Es una lista interminable, de preocupaciones o compromisos que uno adquiere y que van creciendo durante 9 meses. Cada vez con más miedo, pero con más emoción y felicidad porque se acerca el día. Por otro lado, a nosotros también nos toca complacer a la señora cuando le dan los antojos, hacer masajes en los pies cuando se inflaman, estar pendientes de su estado de humor, cambiar de perfume (hay veces que los olores afectan a la mujer), cambiar de shampoo (también por aquello de olor), recoger todo siempre (para evitar malos-humores) y desarrollar paciencia porque el embarazo logra agotar esta parte en algunos casos.
Nosotros como PAPAS, tenemos compromisos distintos a las mujeres con nuestros hijos. Y eso es completamente normal. Compartimos muchas cosas, pero otras son únicas de los hombres, como mencioné anteriormente.
Cuando un hombre enfrenta una pérdida, esos compromisos se derrumban y se borran. Aquí es donde nacen OTROS compromisos y responsabilidades. Inconscientemente nos transformamos en protectores de nuestra relación. Sidenote (nota aclaratoria): La pérdida de un hijo puede amarrar una pareja, o romperla y ¿les digo algo? Creo que cualquiera de las dos es normal. El dolor es TAN fuerte para la pareja y de manera individual, que juzgar a una pareja porque se separaron después de una pérdida no es correcto. Lo que uno siente, es inexplicable.
Los compromisos que desarrollamos muchas veces esconden el dolor que sentimos. Tenemos que estar fuertes para las personas, porque la sociedad piensa que los hombres son “machos que se respetan” y eso de llorar… no, no… eso de llorar no es de hombre.
Yo quiero decirles que no hay nadie más llorón que yo. Yo lloré y BASTANTE. Yo aún lloro la pérdida de mi hija y varias veces por semana. Soy católico y practico mi fe y cuando voy a misa y escucho una canción en particular simplemente me conecto con mi hija y lloro. Cuando Aura cumple años, lloro. Cuando visito su cripta, lloro. Cuando manejo y me acuerdo de ella, lloro. Y también lloro al ver a Analissa cuando está triste por lo que nos sucedió.
Con esto quiero decirles, que LLORAR es de MACHOS. It’s OK NOT to be OK. Uno puede estar triste de manera INDEFINIDA queridos PAPÁS. Uno puede no tener fecha de recuperación. Es más: NO deberías tener fecha de recuperación. Te pasó lo PEOR que le puede pasar a un ser humano y está BIEN darte todo el tiempo que necesites para sanar. Yo y Ana tenemos cinco años desde que Aura se fue y aún guardamos ropita que le compramos. ¿Tanto tiempo? Sí. Y está bien. Poco a poco hemos ido dando regalitos a personas que lo necesitan o que queremos mucho y poco a poco uno va sanando con esos regalos que uno da. Hay parejas que se demoran menos: ¡PERFECTO! Cada uno tiene su tiempo.
Este artículo va a dedicado a TODOS. Para los padres que han perdido un hijo, para que se den el tiempo de sanar. Para los amigos de estos padres, les digo: no se preocupen si un amigo suyo tiene 2 años y todavía está triste. Está bien estar triste. Apóyalo. En cierta forma tú también tuviste una pérdida (la de tu amigo). Solo pregúntale ¿cómo estás? y dile que estás ahí para él. Para la familia de esos padres: el hombre también perdió un hijo. El también necesita que le des tu hombro y le digas: “Aquí estoy. Sé que estás pasándola duro con toda la responsabilidad que tienes en tus hombros. Si necesitas apoyo aquí estoy”. Para los abuelos: quizás las personas más afectadas de todas son los abuelos. Ellos sufren por sus hijos (nosotros) y porque perdieron un/a nieto/a. Ustedes tienen derecho a llorar más que nadie y nosotros (sus hijos) lo sabemos.
Finalmente, para ti, Papa de un ángel: Aquí estamos los esposos de la Fundación Huellas de Ángel para darte una mano si lo necesitas. De Papá a Papá queremos decirte que no estás solo.
Jose de León
PD: Quiero darles las gracias a mis viejos, a mis suegros, a mis hermanos, a mis primos, a mis cuñados, a mis sobrinos y a mis amigos. Sin ellos, no hubiera podido sobrevivir.