Ser papá por segunda vez fue algo muy especial. Ya teníamos a nuestro primer hijo, y cuando supimos que venía Alida, todo se llenó de ilusión otra vez. Me imaginaba cómo sería verla crecer, jugar con su hermano, enseñarle cosas, abrazarla. Pero la vida nos dio un giro inesperado: Alida falleció al mes de haber nacido.
Desde entonces, ser papá cambió para siempre. Ser papá de un ángel es algo que no se puede explicar fácilmente. Es amar con todo el corazón a alguien que ya no está físicamente. Es sentir su presencia en los silencios, en los recuerdos, en fechas especiales. Aunque no la pueda abrazar, la siento conmigo. Alida sigue teniendo su lugar en nuestra familia.
Después de ella tuvimos dos hijas más. Cada una ha traído alegría, luz, vida. Pero también, con cada una, pienso más en Alida. Cada Día del Padre me pasa igual: me imagino cómo sería ella hoy, qué cosas le gustarían, cómo se llevaría con sus hermanas. Siempre la tengo presente, como si en el fondo, de alguna forma, siguiera con nosotros.
Yo no soy alguien que exprese mucho lo que siente hacia afuera. Lo vivo por dentro. Siento profundo, pienso mucho, pero no siempre lo digo. Y en fechas como el Día del Padre, todo eso se mueve fuerte por dentro. No es un día en el que hable mucho, pero sí es un día que me atraviesa. Porque soy papá. De mis otros hijos que están conmigo, y de Alida, que aunque no puedo cargar en brazos, vive en mi corazón. A veces una frase sencilla, un “feliz día” con cariño, me llega más de lo que la gente imagina.
Si estás pasando por algo parecido, quiero decirte algo: no estás solo. Duele, y mucho. Y no hay una fórmula mágica para llevarlo. A mí me ha ayudado hablar cuando lo necesito, pero también guardar silencio cuando no hay palabras. Me han sostenido mi esposa, mis hijos. Y también la esperanza… esa pequeña luz que con el tiempo vuelve a aparecer.
La herida siempre va a estar. Pero también hay amor, hay vida, y momentos donde uno puede volver a sonreír. Hoy puedo decir que Alida vive en mí: en la forma en que soy papá, en cómo abrazo a mis hijas, en cómo valoro cada instante.
Ser papá de un ángel no es algo que se elige, pero sí es algo que se honra. Alida es parte de mí. Y aunque ya no esté aquí, sigo siendo su papá.
Alvaro López | Papá de Alida