Miembros

Laura Alfaro

Laura Alfaro

El año 2018, sin duda, será un año que recordaré para siempre. Era el mes de agosto y acababa de llegar a Panamá luego de acabar una maestría de un año en Madrid.

Fue un año muy especial porque tuve la oportunidad de ir con mi esposo Lucas a estudiar, conocer, aprender y viajar por Europa, ambos con la dicha de estar totalmente despreocupados.

A nuestra llegada a Panamá atendí a una cita rutinaria ginecológica que tenía pendiente desde hace rato. La doctora decide hacerme entre muchas otras pruebas, una prueba de embarazo.

Para nuestra gran sorpresa esta prueba salió positiva.

Debo confesar que tuve sentimientos encontrados me costó un poco adaptarme al principio, pues no estaba en los planes y fue un poco de shock al acabar de pisar Panamá después de un año fuera.

Al pasar de los días llegué a emocionarme muchísimo, solté y entendí que en realidad las cosas no planeadas, a veces, son mucho mejores.

Cuando ya me había hecho la idea que un bebé en nuestra pequeña familia sería una gran bendición, fuimos a una cita de chequeo y vinieron más sorpresas.

No era un solo bebé, eran DOS. Se veían clarito, en una sola bolsa ahí estaban, dos pelotitas una al lado de la otra. Fue ahí que nuestra doctora nos informó que tendríamos gemelos…y no cualquier tipo de gemelos, gemelos IDÉNTICOS. En ese momento regresaron los sentimientos de miedo y preocupación, pero esta vez se fueron rápidamente al contarles a nuestras familias las buenas nuevas. Nos contagiaron su emoción pues serían los primeros nietos por ambos lados.

Al pasar de las semanas, todo marchaba bien. Ya mis mellos tenían nombre, estaban registrados para un cupo en la escuela y ya tenía compradas casi todas sus cositas.

La panza cada vez más grande e incómoda y yo muy cansada.

Semana 20 de embarazo:

De madrugada me despierta un dolor intenso a un costado del abdomen. Luego de varios exámenes médicos, resulta ser una piedra en los riñones por lo que me tienen que internar unos días en el hospital para hacerme un procedimiento y eliminar la piedra.

Fue un susto muy grande ya que nunca había pasado por esto, pero los doctores me aseguran que es algo relativamente común en los embarazos y que luego del procedimiento todo iba a estar bien. Y así fue por los próximos días.

Los bebés estaban sanos y yo estaba en casa recuperándome. Me quede muy tranquila, siguiendo todas las recomendaciones médicas y tomando mis medicinas.

Hice todo al pie de la letra. Pero lo que iba a pasar no estaba en mis manos.

Semana 21 de embarazo:

La noche del 24 de noviembre ya acostada en mi cama siento cómo un montón de líquido sale de mí. Cómo si hubiera reventado un globo de agua dentro de mi cuerpo.

De inmediato nos dirigimos a urgencias nuevamente y la pesadilla se repite. Pero esta vez con la certeza que algo andaba realmente mal.

Al llegar, la doctora nos confirma que, sin saber la causa, una de las bolsas de los bebés se había roto y se estaba quedando sin líquido.

No había más nada que hacer que esperar. El panorama era muy complicado e incierto. No sabíamos si estaríamos meses o días en el hospital.

Lo que sí sabíamos era que uno de los bebés de seguro no iba a sobrevivir, pero que íbamos a hacer todo lo posible para salvar al otro.

Pasaron las horas y la tristeza y la incertidumbre iban creciendo cada vez más. Cuando de la nada, sin aviso y de poco a poco mi cuerpo entró en labor.

En ese momento supe que ya no había vuelta atrás y mi doctora me explicó muy cariñosamente que no había nada que hacer y que mi cuerpo era sabio y quizás para protegerme a mí, iba a sacar a los bebés. Yo muy ingenuamente pregunte que si ellos podían sobrevivir y la respuesta fue un triste no.

La doctora también me explicó la difícil hazaña por la que tenía que pasar. Tenía que parir naturalmente a los bebés ya que una cesárea no era recomendada.

Cuando las contracciones ya estaban una detrás de otra me movieron a la sala de parto donde pedí que por favor me medicaran para no sentir. Tenía mucho miedo, pero esto no era posible porque los doctores necesitaban de mi ayuda para pujar.

Fue así como tuve que parir dos bebés que yo sabía que no tenían chances de vida. Por el miedo que sentía en ese momento, decidí que lo mejor era no verlos. No me atreví. Pero una buena amiga le dijo a mi esposo que se asegurara de tomarles fotos por si después me arrepentía de mi decisión.

Hoy solo puedo decirle que gracias porque, aunque es una foto que me trae una tristeza muy profunda es el único recuerdo físico que tengo de ellos.

Lo que pasó después fue prueba de lo que me dijo la doctora. Mi cuerpo estaba pasando por un proceso infeccioso lo que llevó a la ruptura de la bolsa. De no haber parado a tiempo la infección por medio del parto, quizás no estaría aquí contando esta historia.

Nico y Dani me enseñaron muchas cosas. Me enseñaron a soltar el control, me enseñaron a ser paciente, a manejar mis miedos, a acercarme más a Dios, pero lo más importante que me enseñaron fue a ser mamá.

Me prepararon para aceptar que las cosas no siempre salen como uno las planea o las espera y que eso está bien, y que, gracias a ellos, hoy, soy la mejor mamá que puedo ser para mis hijos en el cielo y mi hijo en la tierra: Matías.

Cada vez que se me presenta un obstáculo, pienso en ellos y su recuerdo me ayuda a afrontarlo valientemente. Y cuando Matías esté grande, le contaré la suerte que tiene de tener dos ángeles cuidando su espalda y las nuestras.