Miembros

Natalie Medina

Natalie Medina

Cuando supe que estaba encinta de mi segundo hijo me sentí sumamente ilusionada. La primera vez que había quedado embarazada tuve una pérdida a las 8 semanas y la segunda vez necesité un poquito de ayuda por parte de la ciencia para concebir. Esta tercera vez fue una sorpresa para mi y estaba muy feliz de que hubiese sido “sencillo”.

Mi embarazo fue completamente normal, trabajé hasta el último día y no tuve complicaciones.

Cuando Mauricio nació, nos sentimos felices de que estuviera sano y muy orgullosos de que fuera tan bonito. Durante el primer mes y medio de su vida, pudimos disfrutarlo plenamente: durmió con nosotros todas las noches, fue acariciado, besado, alimentado, bañado, vestido y paseado con profundo amor por todos en casa. Estábamos relajados, nos dedicamos a consentirlo por completo. Después habría tiempo para corregirlo, queríamos disfrutar estos primeros meses con él.

Qué bueno que lo hicimos…

A los dos meses, notamos que estaba un poco amarillo y una amiga pediatra nos sugirió hacerle un examen de bilirrubina. Recuerdo que me dijo que existía un tipo de bilirrubina que podía significar algo “preocupante”, pero que nos mantuviéramos tranquilos.

Al día siguiente, sentimos que algo no estaba bien y llamamos a su pediatra. Mientras esperábamos para ser atendidos, recibimos el resultado del examen y descubrimos que la bilirrubina “preocupante” estaba fuera de control.

A continuación, vino una avalancha de exámenes, preguntas, pruebas sencillas, sofisticadas, consultas nacionales, internacionales, exploración de opciones alrededor del mundo. Una secuencia agotadora de acciones desesperadas…

Las muertes de bebés nos impactan de manera especial. Por ley de vida, los hijos sobreviven a los padres. No hay nada que vaya más en contra de la naturaleza que ver morir a tu hijo.

Mauricio vivió sus últimos 30 días en UCI. Pertenecer al “Club de Padres con hijos en Cuidados Intensivos” es una de las experiencias más aterradoras que un ser humano puede atravesar.

En el 2019 nuestro hijo murió en nuestros brazos en un hospital de USA. Defender su vida es el proyecto más importante que hemos emprendido.

Días después, recibimos uno de los resultados tan esperados. Confirmaba que había nacido con una enfermedad metabólica que causaba falla hepática infantil. Algunos bebés con este padecimiento sobrevivían, otros no.

A través de todo este sufrimiento, hemos logrado conectarnos con la humanidad, la solidaridad, la gratitud, el amor, la fortaleza, la espiritualidad y la fe.

No nos consideramos una pareja especial, ni admirable, ni evolucionada. Tampoco creemos tener la capacidad para contener la magnitud del dolor y el amor que este episodio ha causado en nosotros. Somos solo unos padres más, de los muchos que han perdido a sus hijos.

Aprendimos de los padres del Hospital del Niño a vivir un día a la vez y a ser humildes. Conocer sus historias y compartir con ellos nos llenó de coraje y nos permitió mantenernos más o menos cuerdos durante este periodo.

Somos testigo de la fuerza y el poder de la oración. Cientos de personas, conocidas y desconocidas, se unieron para rezar por nuestro hijo. Queremos que sepan que sus oraciones nos reconfortaron en los momentos más desoladores, nos acompañaron de manera permanente y nos permiten ver la belleza y la grandeza de esta experiencia.

Sentimos paz y agradecimiento en nuestros corazones. Mauricio nos ha revelado el valor de la unión familiar, el amor de hermanos, la amistad verdadera, la humanidad de los doctores, la ayuda desinteresada, el amor de pareja, entre muchas otras.

A todos los que nos apoyaron en esos dolorosos momentos:  MUCHAS GRACIAS.

A quienes estén pasando por una pérdida: un abrazo fraterno y la esperanza de que podrán salir adelante.

A mi querido Mauricio: todo mi amor, mi tristeza por tu ausencia y la certeza de que nos veremos para abrazarnos eternamente.